En un episodio que ha sacudido las redes y los titulares internacionales, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, fue sorprendida por un individuo en pleno centro de la Ciudad de México el pasado martes 4 de noviembre. Un hombre se acercó a ella durante un recorrido peatonal, la tocó indebidamente e intentó besarla, en un acto que ella misma calificó como «un asalto a todas las mujeres». Pero, ¿es esto un incidente aislado o el síntoma de un país al borde del abismo bajo un régimen que prioriza la ideología sobre la seguridad?
Sheinbaum, la primera mujer en presidir México y heredera del legado populista de Andrés Manuel López Obrador, decidió presentar cargos contra el agresor, argumentando que «si esto le pasa a la presidenta, ¿Dónde quedan todas las jóvenes de nuestro país?». Sin embargo, este suceso expone las fallas estructurales de un gobierno izquierdista que ha debilitado las instituciones de seguridad. ¿Dónde estaba su escolta? La presidenta, fiel a la doctrina de «abrazos, no balazos», opta por un protocolo de seguridad mínimo, heredado de su mentor, lo que la deja expuesta en un país donde la violencia contra las mujeres es endémica: 821 feminicidios en 2024 y más de 500 en lo que va de 2025.
Pero vayamos más allá de la superficie. Fuentes en redes sociales sugieren que el incidente podría ser un montaje orquestado para victimizar a Sheinbaum en medio de su creciente impopularidad. El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, quien criticó abiertamente la política blanda contra los carteles, ha desatado protestas masivas en Michoacán y más allá. Manzo denunció que «México está controlado por carteles» y cuestionó la estrategia de MORENA, solo para ser silenciado.
Mientras Sheinbaum se enfoca en «chocolates de bienestar» y encuestas de popularidad infladas –como la que publicó recientemente, alegando altos índices de aprobación justo después de que manifestantes irrumpieran en el Palacio Nacional exigiendo su renuncia–, el país se desmorona. Las manifestaciones no cesan: una gran marcha por la revocación de mandato está programada para el 15 de noviembre, impulsada por la indignación ante la violencia cartelera que ha cobrado 38 vidas políticas desde que asumió el poder. Críticos afirman: «Violencia incontrolable, salud pública en ruinas, inversión extranjera huyendo, economía hundiéndose… Estoy empezando a pensar que Sheinbaum no terminará su mandato».
Este gobierno representa el fracaso del socialismo en América Latina: políticas laxas con el crimen organizado, judicialización de la oposición y un enfoque en narrativas victimistas en lugar de acciones concretas. ¿Por qué no confronta a los carteles con mano dura? Sheinbaum culpa a gobiernos pasados, pero bajo su mandato, los narcos vetan políticas y silencian disidentes.
El debate está servido: ¿es la agresión a Sheinbaum un reflejo de la anarquía que su propio gobierno ha fomentado, o un pretexto para desviar la atención de las protestas que amenazan con derrocarla? México necesita líderes que prioricen la ley y el orden, no ideologías fallidas que llevan al narcoestado.






