La investigación de The New York Times ha arrojado nueva luz sobre los orígenes de la fortuna de Jeffrey Epstein, situando el foco en un reducido grupo de inversores españoles que, sin pretenderlo, habrían financiado el primer gran salto económico del financiero estadounidense. El reportaje apunta a una compleja operación financiera en Nueva York a comienzos de los años 80, con empresarios españoles del sector inmobiliario como protagonistas indirectos.
La aristocracia del ladrillo
El diario describe a estos inversores como parte de la llamada “aristocracia del ladrillo”: familias madrileñas vinculadas a la construcción y a la banca privada durante los últimos años del franquismo y la Transición. En un contexto de apertura económica, muchas de ellas buscaban diversificar su patrimonio fuera de España.
Según los registros analizados por el New York Times, parte de ese capital quedó bloqueado tras la suspensión de pagos de una entidad financiera estadounidense. Para estos empresarios, poco familiarizados con el sistema judicial de Nueva York, recuperar el dinero parecía una misión casi imposible.
Un joven Epstein en busca de oportunidades
En ese escenario aparece Jeffrey Epstein, con apenas 28 años, descrito como un auténtico “cazarrecompensas financiero”. Tras su paso por el banco de inversión Bear Stearns, Epstein ofreció a las familias españolas un acuerdo sencillo: rastrear los fondos perdidos y recuperarlos a cambio de una comisión ligada al éxito de la operación.
El trato era arriesgado, pero atractivo. Los inversores no tenían que adelantar grandes sumas y confiaban el proceso a alguien que conocía los entresijos de Wall Street.
La cifra que lo cambió todo
El dato más revelador del reportaje es la cantidad recuperada. El New York Times estima que Epstein logró rescatar cerca de 20 millones de dólares para este grupo de inversores españoles. Su comisión, cifrada en varios millones, se habría convertido en la “semilla original” de su fortuna.
Con ese capital, Epstein dio un giro definitivo a su carrera: dejó de ser empleado para fundar en 1982 su propia firma de gestión patrimonial, J. Epstein & Co., el inicio de una trayectoria que más tarde acabaría rodeada de escándalos.
El papel de la vida social
La investigación subraya que Epstein no accedió a estos clientes por un currículum brillante, sino por su habilidad para moverse en los círculos sociales adecuados. Su relación con Ana Obregón aparece como un elemento clave para introducirse en cenas y encuentros donde coincidían empresarios españoles de paso por Nueva York.
Allí, Epstein proyectaba la imagen de un joven exitoso de Wall Street, sofisticado y seguro de sí mismo, una figura que generó confianza entre inversores que buscaban un aliado local.
Sin nombres, por ahora
Aunque el reportaje menciona documentos internos de la oficina de Epstein, el New York Times evita publicar los apellidos de las familias implicadas. No hay acusaciones de delito: se trata de clientes que contrataron servicios financieros legítimos hace más de cuatro décadas.
Mientras tanto, la prensa de investigación intenta cruzar estos datos con registros de grandes constructoras que operaban en Estados Unidos en aquella época, como Jotsa, la empresa del padre de Ana Obregón, en busca de más contexto sobre una historia que sigue sumando interrogantes.



no es así la historia, es parecida. ese sujeto era agente de espionaje doble, nadie es un figura sino se lo permiten, luego degeneró. islas caimán, y otros actores, etcétera…las medias verdades son solo eso. y la Obregón una niñata estúpida más en esa época. posteriormente ya se vio sus capacidades con hechos.