El Pentágono ha anunciado la Operación Lanza del Sur, una ofensiva supuestamente destinada a erradicar el «narcoterrorismo» en Latinoamérica. Lo que se vendía como una posible intervención directa en Venezuela –con ecos de una invasión para derrocar al régimen de Nicolás Maduro– se ha reducido a una campaña antidroga en el Caribe y el Pacífico oriental. ¿Es esto una victoria estratégica o una capitulación ante presiones internacionales? Analicemos los hechos, confrontando la narrativa oficial para desentrañar si estamos ante negociaciones encubiertas o ante una espera calculada por un acto de valentía que nadie parece dispuesto a asumir.
El secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, presentó la operación como una medida defensiva para «proteger la patria de las drogas que están matando a nuestra gente». La iniciativa, liderada por el Comando Sur (SOUTHCOM), involucra despliegues navales, aéreos y de fuerzas especiales, con el objetivo declarado de expulsar a los «narcoterroristas» del hemisferio occidental. Hegseth enfatizó: «Esta misión defiende nuestra patria, elimina a los narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege nuestra patria de las drogas que están envenenando a nuestra gente». No se menciona explícitamente una invasión terrestre, pero el foco en Venezuela es innegable, dado que el régimen de Maduro ha sido acusado repetidamente de vínculos con el narcotráfico.
Esta operación surge en un contexto de tensiones crecientes con Caracas. Maduro, en un mitin masivo, ha exhortado a la juventud venezolana a resistir lo que califica como «amenaza de invasión» por parte de EE.UU. «Unámonos contra la invasión imperialista», habría dicho Maduro, urgiendo a civiles a enlistarse en ejercicios militares. Esta retórica no es nueva: Trump ve el despliegue como necesario para frenar el flujo de drogas, pero críticos argumentan que el verdadero objetivo es un cambio de régimen, aprovechando las vastas reservas petroleras de Venezuela.
Aquí entra el debate: ¿por qué pasar de rumores de invasión –como opciones consideradas como «una invasión a gran escala» o «operaciones especiales»– a una mera operación naval? No hay poder de combate suficiente para una invasión plena, pero sí para strikes aéreos contra cárteles. Venezuela, prepara una defensa «como un enjambre de abejas» con armas rusas obsoletas, sugiriendo que una escalada podría ser caótica. ¿Estamos presenciando negociaciones tras bambalinas? Analistas advierten que derrocar a Maduro podría generar «más inestabilidad regional, no menos», potenciando cárteles y migración masiva.
En redes sociales, la conversación hierve con especulaciones. Un usuario destaca: «Operación Lanza del Sur cuesta $8.5 millones al día antes de cualquier operación terrestre», cuestionando si esto es solo presión psicológica. Otro vaticina «horas decisivas» para una transición en Venezuela, con María Corina Machado advirtiendo sobre el silencio chavista ante la escalada. Incluso hay voces que comparan esto con la invasión de Panamá en 1989, argumentando que el pretexto antidroga es un velo para objetivos geopolíticos mayores.
Esta operación representa un paso audaz de la administración Trump para defender el hemisferio, pero ¿es suficiente? si EE.UU. sabe que Venezuela es un «centro de tránsito de cocaína», ¿por qué no avanzar con valentía hacia una intervención total? La historia muestra que pretextos como la «guerra contra las drogas» han sido usados para encubrir agendas mayores. Si hay negociaciones, como sugerimos, podrían estar evitando un conflicto mayor, pero a costa de permitir que narcoterroristas como Maduro sigan operando. ¿Esperan a que alguien «se atreva» a escalar? La valentía, en política exterior, no debería ser opcional.







